Salgo de la cama de un salto, de una manera de las que solo un día de olas puede lograr. Atras queda febrero, un mes movidito, en el que no hubo tiempo para lanzarse al agua ni un solo día.
Apago la radio y cierro los periodicos con los que me gusta desayunar cada día, porque una mañana en vispera de olas no me la estropean ni Grecia, ni los sindicatos.
Tan solo quiero desayunar y coger las cosas para ir a la playa, cambiar por un momento el efímero placer de lo material por el placer de un baño.
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